Los unos y los otros

¿El psicoanálisis es una ciencia?

Psicoanalista y psicólogo cognitivo conductual.

Los unos y los otros.

Así se llamaba una película de los años 80 que narraba la historia de 4 familias y sus destinos después de las segunda guerra mundial.

El tema es que siempre hubo unos y otros, siempre existió la necesidad de que “nosotros” nos distingamos de “ellos”.  Tal vez porque pensamos que “nosotros” somos mejores que “ellos” aunque en realidad no sé si es tan importante plantear las cosas en función de mejor o peor sino en términos de diferencias:  nosotros somos diferentes a ellos. 

Esta distinción entre unos y otros ha existido desde siempre como nos lo recuerda Harari en “Homo sapiens, de animales a dioses”.  Y siempre nosotros hemos hablado de ellos… porque también ellos hablan de nosotros.  Ese cotilleo que siempre aparece en el ser humano que le permite distinguirse (de ellos) e identificarse (con nosotros).  Y con respecto al cotilleo, siempre digo “hagas lo que hagas, hablarán de ti” ¿por qué?  Porque uno habla de los otros.  ¿Y qué dice?  Pues cosas… algunas impresiones, otras intuiciones y otras invenciones.  Aunque hay veces en que intentamos informarnos bien antes de añadir o modificar algo.

El tema es que muchas veces ese cotilleo que tanto entretiene a los seres humanos (no olvidemos que entre los programas de televisión que más generan dinero son los del cotilleo),  es utilizado para que los unos se distingan de los otros.  Y como en los programas de televisión de cotilleo, no siempre la información que se maneja es fidedigna ni es contrastada.

Muchas veces, cuando me quiero distinguir de “ellos” intento hacer un poco de historia y para entender por qué nosotros.  Entonces cito a dos personas muy opuestas en la historia de la ciencia y del pensamiento:  John Watson y Sigmund Freud.

Watson es considerado como el precursor del conductismo y Freud el padre del psicoanálisis.

Estaban muy lejos uno del otro.  No sólo físicamente (Watson en Estados Unidos y Freud en Austria) sino también ideológicamente.  Watson desarrolló lo que se ha llamado la psicología experimental (interesante adjetivo) y Freud creó un método y una teoría que se ocupa del malestar humano, del dolor psíquico.  Pero esencialmente intenta desplazarse del lugar de la mirada al lugar de la escucha.

Freud irrumpe con sus teorías en el mundo de la medicina.  No olvidemos que Freud era un médico neurólogo.  Y allí, en la comunidad médico-científica de principios de siglo se encuentra con grandes resistencias y oposiciones.

Los unos (los médicos) escuchan hablar de nuevas teorías de los otros (psicoanalistas).  Saben poco de esta teoría… pero ante el auge imprevisto del psicoanálisis, aparecen las críticas porque la nueva teoría puede hacer peligrar su estatus profesional, social y científico.  Por este motivo, intentarán desprestigiar las teorías propuestas por el neurólogo austríaco.

Un siglo después sigue existiendo esta rivalidad entre la medicina y el psicoanálisis.  Aunque debemos reconocer que hay muchos médicos psicoanalistas.  Pero parece que las rivalidades entre unos y otros se van extendiendo.  Así tenemos que esa rivalidad médico/psicoanalista se extiende a psicoanalista/psicólogo cognitivo conductual. 

Cuando vivía en Argentina pocas veces hacía referencia al psicoanálisis.  Si yo decía que era psicólogo, todo el mundo daba por sentado que yo era psicoanalista.  Evidentemente, la formación en las facultades de psicología de la mayoría de las universidades argentinas tienen orientación psicoanalítica.  A lo sumo en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires puede haber diferencias entre distintas cátedras entre “freudianas” o “lacanianas”.  Las teorías cognitivo conductuales existen pero sólo las abordan algunas materias optativas.

Al llegar a España, empecé a informarme acerca de cómo estaba mi profesión por aquí.  

Y pude comprobar que la formación era distinta.   También me llamó la atención de que no había menciones en los programas de estudio a Freud.  Menos aún a Lacan.  Entonces, empecé a investigar de dónde provenía esta cierta reticencia (perdón, resistencia) a incluir al psicoanálisis dentro de las carreras de psicología.

En Argentina, la carrera de psicología aparece por primera vez en la Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires), salvo en la época de la dictadura, durante la cual las carreras de psicología y de sociología dependían directamente del rectorado (para controlarlas mejor, es que había mucho pensamiento de izquierdas por ahí).

Ahora cabría preguntarse por qué hay una intención clara de desvalorizar al psicoanálisis y recluir a esta práctica como una teoría “no científica”.

Hace algún tiempo, en una clase del seminario “Lectura de Sigmund Freud” en Umbral, abierto a la comunidad, una persona preguntó:  ¿Pero el psicoanálisis es una ciencia?  Todos nos quedamos callados pensando qué podríamos responder ya que es una pregunta que abre muchos debates.

Lo primero que tendríamos qué pensar es qué es ciencia, por qué se considera una teoría como “científica” y quién está autorizado a clasificar a una teoría como científica.

No hay una definición unívoca de lo que es ciencia pero sí hay un consenso generalizado de considerar “ciencia” al conjunto de procedimientos que utilizamos para obtener conocimientos.  Eso nos llevaría a poder predecir fenómenos, estar preparados para enfrentarnos a determinadas situaciones y prevenir o curar enfermedades.  En resumen: nos ayudaría a vivir mejor.
Una de las características que determina que una disciplina es científica es la aceptación por la comunidad científica.  Y… ¿quiénes componen la comunidad científica?  La verdad es que no lo sabemos a ciencia cierta… pero seguramente están vinculados a grupos de poder.

Pero si la ciencia busca conocer, describir, predecir, etc. lo primero que se nos ocurre es que la observación y la experimentación son esenciales para definir a una disciplina como científica.  Pero… ¿los métodos científicos son aplicables a todas las ramas de la ciencia?  No siempre.  ¿Cómo podemos considerar a la historia como una disciplina científica?  ¿Podemos tener la certeza de que los dinosaurios se extinguieron en tal o cual año?

La observación no es suficiente para que una disciplina sea científica.  Y aún cuando se aplican métodos considerados como científicos no siempre son suficientes.

Entonces… ¿a quién le iría bien definir como “científico” determinado conocimiento?  Volvemos a los grupos de poder.  Sobre todo en la medida en que lo que dice la ciencia es incuestionable, como lo que decía en otras épocas la religión.

Pero no nos equivoquemos, los avances que la ciencia produce en cuanto a conocimiento, en gran medida nos ayudan a vivir más y mejor.  

Aunque…

Volvemos a los grupos de poder y al factor económico.

Hace algunos años trabajé como docente en una institución educativa en Argentina.  En esa institución se estaba gestando la creación de la carrera de “optometrista”.  En Argentina, en aquella época, la única persona que estaba facultada para recetar gafas graduadas era el médico oftalmólogo.  La institución educativa luchó para que se reconociera oficialmente la carrera pero los oftalmólogos ganaron.  No se aprobó.  Evidentemente habían intereses económicos detrás.

Aquí podríamos preguntarnos… ¿a quién no le conviene que el psicoanálisis sea considerada una ciencia?  Es una pregunta que nos llevaría mucho tiempo contestar y tendríamos que ser muy prudentes ya que la subjetividad estaría en juego.

En todo caso, sería más interesante poder pensar qué busca un psicoanálisis y en qué se distingue de otras teorías.

El psicoanálisis se ocupa de la angustia, del malestar, del dolor y de la posición que un sujeto ocupa frente al sufrimiento.  No intenta educar ni sugestionar a ningún sujeto para que se adapte a nada.  No etiqueta ni clasifica de acuerdo a ningún estándar de salud.  El psicoanálisis se ocupa de la subjetividad, de la singularidad y la propuesta está vinculada al deseo, dentro de las posibilidades del sujeto.

La teoría cognitivo conductual tiene como referencia un manual de psiquiatría que define y clasifica las patologías denominadas “trastornos”, concepto que, ciertamente, resulta difícil de definir.  Es una clínica de la mirada, de la clasificación.

Hace unos años, llegó a mis manos un manual de psicología cuyo título es “Guía de tratamientos psicológicos eficaces”.  Me llamó mucho la atención el adjetivo “eficaces”.  En la sociedad actual la eficacia y la eficiencia están muy de moda.  A lo largo de todas las patologías tratadas en esta guía se describen las distintas patologías y se proponen métodos para modificar la conducta, es decir, adaptarla a un estándar de salud.  Además de una detallada descripción de estudios comparativos con datos estadísticos, en todas estas patologías aparece la eficacia de los tratamientos farmacológicos.

Y aquí nos metemos con los grupos de poder… las compañías farmacéuticas.  Parecen los malos de la película, y en gran medida lo son.

Es cierto que en muchas circunstancias de la vida nos vemos llevados a consumir un medicamento.  Si nos duele la cabeza nos tomamos paracetamol o ibuprofeno (aunque es un antiinflamatorio y no un analgésico).

También es cierto que las compañías farmacéuticas fabrican muchos medicamentos que ayudan a que vivamos más y con mejor calidad de vida.  Pero muy cierto es que estas compañías son empresas multinacionales que generan millones de dólares y de euros de ganancias.  Cuanto más se consuma, más gana la farmacéutica.  Aunque aclaren: “lea las instrucciones de este medicamento o consulte al farmacéutico”.

A esto tendríamos que sumar el cambio que se está produciendo en la sociedad actual.  Hay que hacer recortes.  La primera pregunta que surge es “¿por qué?”.  Tal vez sea para ser más eficientes o para que “otra gente” gane más dinero.

Se recorta dinero de las partidas destinadas a salud.  Entonces una persona se siente mal y va a su médico de cabecera, quien dispone de unos escasos cinco minutos para cada paciente y automáticamente le receta un antidepresivo y un ansiolítico.  El paciente se va tranquilo, con su receta de “medicación” por dos cosas:  el médico sabe lo que le pasa, y está enfermo, la prueba está en que va a tomar una medicación.  Y en algunas ocasiones de manera determinante el médico dice a su paciente:  “usted está enfermo, usted padece una depresión”.  Lo etiqueta.  Lo clasifica.

Siempre cuento la anécdota de un joven que acudió a mi consulta preocupado porque temía estar cayendo en una depresión.  Se daba cuenta de que cada noche necesitaba beber alcohol para ir a dormir y eso fue su señal de alarma.  Algo debía hacer.  Pidió hora conmigo (me encontró a través de internet) y también pidió hora con una psiquiatra.  La psiquiatra le administró un test para medir el grado de ansiedad… era algo así como 500 ítems (yo ya estaría estresado de pensar en 500 ítems).  En aproximadamente 20 minutos le diagnosticó una depresión y le recetó un antidepresivo y un ansiolítico.

Durante la primera entrevista el joven me cuenta que había perdido recientemente su trabajo y se había separado de su pareja.  Le propuse que habláramos de lo que le pasaba y que postergara la ingesta de medicación para más adelante.  Cuando este joven vuelve a la consulta de la psiquiatra para que le diera los resultados del test que le había tomado, él le comenta que había decidido en mi consulta postergar la medicación.  La psiquiatra, sonriendo le dijo:  “después la gente se suicida y los psicólogos no saben qué pasó”. 

Este terrible episodio nos señala la falta de posición ética de algunos profesionales.  Y justamente esa es una de las características esenciales del psicoanálisis:  la dimensión ética.  Hay un punto en el cual podríamos interpretar el mensaje de esta profesional en estos términos:  si usted no toma esta medicación, se va a suicidar.

También en otra ocasión, hablando con una psiquiatra me dijo que para ella todo era muy simple:  síntoma, diagnóstico y tratamiento.  Luego entrevista de control y ajuste de la medicación.  Que no le interesaban los problemas del paciente, que para eso estaban los psicólogos. En ese momento tuve la sensación de que para algunos psiquiatras, los psicólogos funcionan como los “enfermeros” para algunos médicos:  los subestiman y les asignan tareas que ellos no quieren hacer.

¿Y cuál es la teoría psicológica que apoya la medicina?  Si nos ajustamos a lo indicado en la “Guía de tratamientos psicológicos eficaces”: la teoría cognitivo conductual que apunta a reforzamientos positivos y a una normativización o normalización de la conducta.  Son tratamientos “eficaces”, “cuantificables” y básicamente acordes a las definiciones de “trastornos” del DSM V (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales).  Todas estas palabras están vinculadas a una jerga “científica” y resultaría muy extraño escuchar a un psicoanalista hablando en estos términos.

¿Y si no hablamos de “normativización” o “normalización”; de qué hablamos?  De la angustia, del dolor, de la historia personal, del deseo, y del lugar que ocupamos frente a esta historia.  Pero no cuantificamos ni normalizamos… empezamos a darnos cuenta de que hay más allá de lo que estamos diciendo:  hacemos consciente lo inconsciente.

El lugar que el psicoanálisis da al inconsciente es fundamental.  Y cuando hablamos de lo inconsciente, nos referimos justamente a eso que dijimos o hicimos y “no nos dimos cuenta”.

Desde nuestra perspectiva no se trata de descalificar a otras corrientes en beneficio de nuestra posición.  Pero sí es importante señalar por qué sostenemos esta posición y en qué se diferencia de otras propuestas.  La gran diferencia está dada en que el objetivo principal no apunta a modificar la conducta de una persona ni tampoco adaptarla.  No intenta producir un alivio sintomático.  Lo que busca el psicoanálisis, al menos desde nuestra lectura, es que una persona cambie de posición subjetiva con respecto al sufrimiento y que se acerque cada vez más a aquella persona que quiere ser.