Reflexión sobre el tweet de Íñigo Errejón del 24 de febrero.

 

De eso no se habla.
Tweet de @ierrejon
Íñigo Errejón empieza su intervención poniendo en palabras aquello de lo que no se habla.  Como bien introduce en el título de su tweet, de lo que no se habla es de la salud mental.  Y a partir de aquí su intervención hace referencia al hecho de que la sociedad está traumatizada.  Pero no se trata solamente de una fatiga causada por la situación de incertidumbre y por el miedo.  Hay algo que traumatiza, que justifica en alguna medida que uno pueda sacar afuera la angustia.  Es fácil encontrar las causas más cercanas y evidentes:  el confinamiento, la crisis económica que la pandemia conlleva y como bien señala Errejón, se ceba con los más humildes.  Luego vienen los datos estadísticos que, si bien pueden ayudar entender más la situación, no son imprescindibles.  Basta con salir a la calle, leer un diario o ver un telediario para comprobarlo.
Pero es bueno que Íñigo Errejón señale algunas estadísticas que son significativas:  aumento de consultas por depresión (término a mi entender demasiado médico-psiquiátrico) y aumento de consumo de medicamentos (antidepresivos y ansiolíticos).
El video que aparece en este tweet es un recorte de su intervención en el Congreso de los Diputados.   Lo significativo, lo importante, es que un diputado empiece a hablar de salud mental.  Cosa que no es algo muy frecuente en esta sociedad.  Lo que pasa es que tal vez tendríamos que pensarlo no como un problema de “salud mental” sino de malestar en la sociedad.  No es un malestar nuevo… y tal vez la eclosión de una pandemia de las características que estamos viviendo haya funcionado como la vía por la cual ese malestar puede manifestarse.
También es novedoso y esperanzador que alguien señale, en una intervención en el Congreso, la necesidad de una mayor presencia de psicólogos en los hospitales.  Llama poderosamente la atención que en los centros de salud (hospitales y centros de atención primaria) no haya un servicio de psicopatología.  Otro dato sorprendente es que las plazas para hacer el PIR (Psicólogo/a interno/a residente) son muy escasas.  Y que las convocatorias a oposiciones en los hospitales también.
Realmente resulta alentador saber que alguien que ocupa un lugar de poder, que un diputado, pueda señalar esta situación.
Pero una reflexión nos lleva a otra… que tal vez nos podría llevar a otra y a otra.
Exponer en un discurso en el Congreso esta problemática ya es un paso enorme.  Pero hay muchos interrogantes.
Los malestares y el dolor psíquico como bien señala Errejón, se supone que deben ser tratados en gran medida por la psiquiatría y por toda la estructura farmacéutica que la sustenta.  Los psiquiatras, en general, no quieren escuchar la angustia, el dolor, el malestar.  Tratan y acallan síntomas.  Y tendríamos que ser muy cuidadosos a la hora de proponer políticas sociales en el ámbito de la salud mental, o mejor dicho en el malestar social.  Porque sería una pena que los psicólogos prescribieran recetas conductuales a la hora de reemplazar la pastilla química.  La propuesta, al menos desde nuestra perspectiva, es que eso que está haciendo síntoma, eso que aflora pueda hablar, pueda decirnos algo.  Justamente es la propuesta contraria a formulas “educativas” para acallar lo sintomático.
Pero como decíamos antes… como se suele decir coloquialmente… esto es la punta del iceberg.  La pandemia ha puesto en evidencia y ha hecho que afloren otros malestares, vinculados a la injusticia, a la desigualdad, a discursos de la discriminación, de la xenofobia, a las dificultades para vivir en una vivienda en condiciones dignas, y a tantas cosas que se podrían mejorar para que , como decía Freud, pudiésemos amar y trabajar mejor.

En todo caso, bienvenida la propuesta de dar lugar a la palabra, a poder hablar.  Pero también deberíamos pensar que no basta sólo con eso.  Desde lo político habrá que hacer más cosas.