Educación:  pública y gratuita

No publico mucho en redes sociales… salvo cosas vinculadas a mi profesión.  Menos aún entro en discusiones que me resultan inútiles y que al menos, para mí, no sirven para mucho.  Pero últimamente he visto un par de publicaciones en defensa de la educación pública, de la universidad pública y gratuita.

Hace más de 22 años que vivo en España, las únicas veces que he pisado una universidad pública fue para dar un examen para homologar mi título de psicólogo.  Reconozco que quedé impresionado por las instalaciones… y además (estábamos en verano) las aulas tenían aire acondicionado… increíble.  Las universidades públicas no son gratuitas en España.  La educación se paga… ni hablar de los masters, que son de los más caros de Europa.

Más allá de las discusiones de la enseñanza del psicoanálisis en la universidad y de la formación psicoanalítica, hay pocas universidades en el mundo en las que la discusión y la diversidad de pensamiento tienen un lugar.  Una de ellas es la Universidad de Buenos Aires (entre nosotros… la UBA).

No es la única, he tenido la oportunidad de compartir espacios con gente que ha estudiado en otras universidades (públicas) de Argentina, entre ellas cabe destacar la Universidad Nacional de Rosario y la Universidad Nacional de La Plata, y con ellos he compartido la misma sensación:  hemos podido acceder a una formación sólida y sentimos un gran agradecimiento por la educación pública, libre y gratuita.

He hecho dos carreras en la UBA.  Traducción y Psicología.  También recuerdo un par de cosas importantes.  Por un lado, la rigidez y la estructuración de la universidad durante los años de la dictadura.  Estudiaba traducción en la Facultad de Derecho de la UBA, y al plan de estudios de la carrera de derecho se le llamaba “la escuelita”, porque había que elegir turno mañana, turno tarde y turno noche.  Luego vino la democracia.  Todo cambió.  Si bien la facultad no estaba tan limpia y ordenada se respiraba libertad.  Era otra cosa.

Los conservadores criticaban a la UBA por tener que hacer el ciclo básico y porque siempre habían huelgas.

En el año 86, ya estudiando psicología y habiéndome graduado de traductor público en idioma francés, empecé a trabajar como profesor ayudante en la cátedra de francés de la Facultad de Sociología, que en ese momento tenía sede en el pabellón 3 de la Facultad de Arquitectura.

Al año siguiente, empecé a dar clases en la carrera de Ciencia Política.  Y cuando se creó la Facultad de Ciencias Sociales, pasé a ser profesor adjunto de Idioma Francés.  Finalmente, durante mis últimos 11 años en Buenos Aires, fui profesor titular de Idioma Francés, en Sociales.

Paralelamente, en el año 1988, fui convocado para hacerme cargo de una cátedra (Traducción e Interpretación II y III) en la Escuela de Traductores Públicos en la Facultad de Derecho, donde yo había estudiado.

Recuerdo que en Ciencias Sociales, tuve un alumno -que luego se transformó en amigo- que me hizo una especie de entrevista.  Mi a ex alumno, ahora amigo, -se trata del escritor Marcelo Luján-, le había gustado mucho una respuesta mía:  “yo soy un producto 100% de la UBA”.

También recuerdo dos episodios que podríamos contrastar.  En esa misma época daba clases de francés en una escuela de hotelería.  Un día, la directora me abordó y me preguntó si podríamos hacerle un examen no muy complicado a una alumna que había sido aplazada dos o tres veces.  Su pedido estaba en función de la baja inscripción que había habido en la matrícula: no podíamos perder más alumnos.  Al mismo tiempo… o casi, en la UBA, un alumno presentó una queja en la Secretaría Académica de la Facultad de Ciencias Sociales, porque también había sido aplazado varias veces.  La respuesta de las autoridades de Sociales fue clara:  el profesor es la autoridad máxima, si no está de acuerdo, puede pedir revisión de examen.

No hubo ningún tipo de presión hacia ningún profesor de la cátedra para aprobar a un alumno.

Tanto como alumno como profesor sé positivamente que hay muchas críticas para hacer a la educación pública, en particular a la UBA, que es de dónde provengo.

Eso también ha hecho que (actitud un tanto criticable)  los que hemos estudiado en la UBA, cuando lo descubrimos, busquemos una cierta complicidad… “somos egresados de la UBA”.

Los recuerdos que me vienen a la memoria son el estar muy abrigado en invierno porque no había calefacción o el de ir con unos cuarenta minutos de anticipación a un teórico de Psicopatología para conseguir lugar, en el aula mayor de la sede de Independencia (que no es pequeña).  Pero también recuerdo con gran emoción, que cuando entraba en el aula Roberto Mazzuca -profesor titular de psicopatología-, nos poníamos de pie y lo aplaudíamos.

El hecho de no vivir en Argentina durante tantos años, muchas veces me ha hecho caer en una suerte de contradicción… soy de allá pero hay cosas que han cambiado.  Cuando algún paisano me habla de temas de actualidad, me siento un poco “desfasado”… y en algún viaje que he hecho me he sentido como “sapo de otro pozo” -uso esa frase porque no es frecuente en España-.

En este sentido, soy prudente y no opino mucho de la situación política y social que viven allá.

De todos modos, puedo dar una opinión.  La opinión de lo que viví. De aquello que estoy realmente orgulloso es de haber podido acceder a una formación sólida, habiendo pagado solamente la emisión del título (y los apuntes para estudiar).  Por eso, puedo quejarme de haber estado en clase con el abrigo puesto… pero valió la pena.

Tal vez… tendrían que plantearse hacer algún tipo de recorte en cuestiones prescindibles… pero no en lo esencial:  salud y educación.